-- ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.
Bienvenidos al Blog de la Juventud Franciscana de Quilicura! Aquí esperamos que conozcan historias de San Francisco, de Santa Clara, y de todos sus hermanitos; y también esperamos que nos conozcan y conozcan esta hermoso y santo carisma, para acercarnos más a Jesucristo. Si quieres conocernos, o tienes alguna duda sobre quiénes somos, escríbenos a 'lemunantu.jufraquilicura@gmail.com'
domingo, 27 de noviembre de 2011
Cómo San Francisco enseñó al Hermano León en qué consistía la Perfecta Alegría
-- ¡Oh hermano León!: aun cuando los hermanos menores dieran en todo el mundo grande ejemplo de santidad y de buena edificación, escribe y toma nota diligentemente que no está en eso la alegría perfecta.
domingo, 16 de octubre de 2011
San Antonio y La Mula
martes, 4 de octubre de 2011
"Cómo un niño quiso saber lo que hacía San Francisco de noche"
domingo, 1 de mayo de 2011
Cómo, estando gravemente enferma Santa Clara, fue transportada milagrosamente, en la noche de Navidad, a la iglesia de San Francisco
Hallándose una vez Santa Clara gravemente enferma, hasta el punto de no poder ir a la iglesia para rezar el oficio con las demás monjas, llegó la solemnidad de la natividad de Cristo. Todas las demás fueron a los maitines, quedando ella sola en la cama, pesarosa de no poder ir con ellas y tener aquel consuelo espiritual. Pero Jesucristo, su esposo, no quiso dejarla sin aquel consuelo la hizo transportar milagrosamente a la iglesia de San Francisco y asistir a todo el oficio de los maitines y de la misa de media noche, y además pudo recibir la sagrada comunión; después fue llevada de nuevo a su cama.
Las monjas, terminado el oficio en San Damián, fueron a ver a Santa Clara y le dijeron: ¡Ay madre nuestra, sor Clara! cuánto consuelo hemos tenido en esta santa noche de Navidad! Pluguiera a Dios que hubieras estado con nosotras. Y Santa Clara respondió:
“Yo doy gracias y alabanzas a mi Señor Jesucristo bendito, hermanas e hijas mías amadísimas, porque hetenido la dicha de asistir, con gran consuelo de mi alma, a toda la función de esta noche santa y ha sido mayor que la que habéis tenido vosotras; por intercesión de mi padre San Francisco y por la gracia de mi Señor Jesucristo, me he hallado presente en la iglesia de mi padre San Francisco, y he oído con mis oídos espirituales y corporales todo el canto y la música del órgano, y hasta he recibido la sagrada comunión. Alegraos, pues, y dad gracias a Dios por esta gracia tan grande que me ha hecho. Amén.”
miércoles, 20 de abril de 2011
Cómo San Francisco pasó una cuaresma en una isla del lago de Perusa con sólo medio panecillo
domingo, 10 de abril de 2011
Cómo el hermano Bernardo fue a Bolonia y fundó allí un lugar
miércoles, 2 de febrero de 2011
De cómo Santa Clara, por obediencia al Papa, signó la mesa, y de cómo sobre cada uno de los panes apareció la Santa Cruz incrustada por milagro de Dios.
viernes, 28 de enero de 2011
"San Antonio y el milagro de los Peces."
jueves, 27 de enero de 2011
"Sobre cómo Dios le habló a Francisco en Espoleto..."
El momento histórico era propicio para sus aspiraciónes. Corrían tiempos de intensa hostilidad entre el Papado y el Imperio Germano, para anexionarse el reino de Sicilia. Y en el final de 1204, vibraba Italia, de euforia bélica. Deseaban terminar de una vez con las ambiciones germanas sobre la isla de Sicilia.
La guerra tomó carácter de cruzada. En todas las ciudades se reclutaban jóvenes que querían defender las tropas del Papa. Este ideal sagrado, prendió también en Asis. Un gentil hombre Asisiense, llamado Gentile, tomó la iniciativa y preparó una pequeña expedición militar, con lo mejor de la juventud asisiense.
La nobleza de la causa, y la posibilidad de ser armado caballero; despertaron en Francisco sus sueños caballerezcos, y a sus veinticinco años, decidió enlistarse. Pensó que era su gran oportunidad y quería aprovecharla. Quería ir a la guerra, y con la ayuda de Dios, ser armado caballero.
Se preparó, entonces, como el sabía hacerlo cuando quería. Dinero no le faltaba, y le sobraba ambición; así que se equipó magnificamente. Se compró el mejor caballo con su equipo de hierro. A un caballero como él, no le podía faltar un buen escudero, también con su caballo y armas.
Su padre, lo dejó gastar; puesto que él veía también la oportunidad de alcanzar el título de nobleza que tanto deseaba para su familia. Por el contrario, su madre sufría por su partida. Le parecía que Francisco era demasiado delicado para estar metido en el peligro y en la dureza de la guerra.
Estaba Francisco satisfecho y con grandes ilusiones. Le parecía que todo resutaría fácil y volvería lleno de gloria.(...)
Llegó el día de la partida. Se despidió de sus padres, y en medio de una gran emoción, la pequeña y brillante expedición militar, emprendió la marcha. Al caer la tarde, la expedión llegó a Espoleto, y allí pasaron la noche.
Francisco se sentía débil. La primera jornada, cargado de hierro, no le había sido fácil. Su salud no era vigorosa. A todo esto se unían las emociones de los últimos días: Las dolorosas despedidas, el futuro incierto. Necesitaba descansar.
Aquella noche, creyó escuchar cláramente una voz que le dijo: "¡Fancisco! ¿A dónde vas?". Él contestó: "A la Puya, a pelear por el Papa". Francisco le explicó con detalle sus planes, sus esperanzas, sus ambiciones de gloria. Al terminar de hablar, la voz le volvió a decir: "Dime: ¿a quién es mejor servir: Al Señor o al criado?". Su respuesta fue inmediata: "Al Señor, por supuesto". A lo que la voz le dijo: "¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo?"
Al igual que el apóstol Pablo, Francisco se sintió repentinamente iluminado por dentro, pues nunca había escuhado la palabra 'Señor' con aquél acento. Lleno de humildad contestó: "Señor, ¿qué quieres que haga?". Y recibió la respuesta: "Vuelve a tu ciudad, allí conocerás mis planes."
Esta noche en Espoleto es crucial, determinante en la vida de Francisco. Francisco no podía apartar su pensamiento de las palabras que había escuchado, y que para él, estaban llenas de misterio. Se sentía libre, nada le importaba, sólo su Señor.
En alabanza de Cristo. Amén.