jueves, 27 de enero de 2011

"Sobre cómo Dios le habló a Francisco en Espoleto..."

La vida de caballero, le atraía a Francisco. Él vivió en el tiempo de las cruzadas, de los torneos, de las canciones de gesta. ¿Podría llegar él, a ser caballero?


El momento histórico era propicio para sus aspiraciónes. Corrían tiempos de intensa hostilidad entre el Papado y el Imperio Germano, para anexionarse el reino de Sicilia. Y en el final de 1204, vibraba Italia, de euforia bélica. Deseaban terminar de una vez con las ambiciones germanas sobre la isla de Sicilia.


La guerra tomó carácter de cruzada. En todas las ciudades se reclutaban jóvenes que querían defender las tropas del Papa. Este ideal sagrado, prendió también en Asis. Un  gentil hombre Asisiense, llamado Gentile, tomó la iniciativa y preparó una pequeña expedición militar, con lo mejor de la juventud asisiense.


La nobleza de la causa, y la posibilidad de ser armado caballero; despertaron en Francisco sus sueños caballerezcos, y a sus veinticinco años, decidió enlistarse. Pensó que era su gran oportunidad y quería aprovecharla. Quería ir a la guerra, y con la ayuda de Dios, ser armado caballero.


Se preparó, entonces, como el sabía hacerlo cuando quería. Dinero no le faltaba, y le sobraba ambición; así que se equipó magnificamente. Se compró el mejor caballo con su equipo de hierro. A un caballero como él, no le podía faltar un buen escudero, también con su caballo y armas. 


Su padre, lo dejó gastar; puesto que él veía también la oportunidad de alcanzar el título de nobleza que tanto deseaba para su familia. Por el contrario, su madre sufría por su partida. Le parecía que Francisco era demasiado delicado para estar metido en el peligro y en la dureza de la guerra.


Estaba Francisco satisfecho y con grandes ilusiones. Le parecía que todo resutaría fácil y volvería lleno de gloria.(...)


Llegó el día de la partida. Se despidió de sus padres, y en medio de una gran emoción, la pequeña y brillante expedición militar, emprendió la marcha. Al caer la tarde, la expedión llegó a Espoleto, y allí pasaron la noche.


Francisco se sentía débil. La primera jornada, cargado de hierro, no le había sido fácil. Su salud no era vigorosa. A todo esto se unían las emociones de los últimos días: Las dolorosas despedidas, el futuro incierto. Necesitaba descansar. 


Aquella noche, creyó escuchar cláramente una voz que le dijo: "¡Fancisco! ¿A dónde vas?". Él contestó: "A la Puya, a pelear por el Papa". Francisco le explicó con detalle sus planes, sus esperanzas, sus ambiciones de gloria. Al terminar de hablar, la voz le volvió a decir: "Dime: ¿a quién es mejor servir: Al Señor o al criado?". Su respuesta fue inmediata: "Al Señor, por supuesto". A lo que la voz le dijo: "¿Por qué entonces abandonas al Señor por el siervo?"


Al igual que el apóstol Pablo, Francisco se sintió repentinamente iluminado por dentro, pues nunca había escuhado la palabra 'Señor' con aquél acento. Lleno de humildad contestó: "Señor, ¿qué quieres que haga?". Y recibió la respuesta: "Vuelve a tu ciudad, allí conocerás mis planes."


Esta noche en Espoleto es crucial, determinante en la vida de Francisco. Francisco no podía apartar su pensamiento de las palabras que había escuchado, y que para él, estaban llenas de misterio. Se sentía libre, nada le importaba, sólo su Señor.


En alabanza de Cristo. Amén.



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